martes, 6 de noviembre de 2007

Cada Mañana

No existe nada que me haga sentir
inocente esta mañana,
ella tomó sus cosas
y se largo de casa,
solo dejo tres sostenes negros
regados en la habitación
y varios rasguños en mi rostro, cuello,
brazos y espalda.

Cada mañana la sensación era la misma
el vacío más profundo
provenía de su alma y la mía
y aunque cada noche
que convertimos el amor en infierno,
sus ojos jamás dejaron de amarme
y en cada noche de sexo
ella clavaba sus uñas en mi rostro, cuello,
brazos y espalda.

Aparentemente seguí sintiendo la soledad
luego de su partida
cogí mis últimas monedas
y accedí a unas botellas de vino agrio
pronto, me senté frente a una hoja en blanco
y sentí las mismas náuseas oscurecidas
que blindan mi espacio
hacia la locura… o final,
y como cada mañana
que ella se podría y se marchaba,
solía desgarrar hojas enteras
de alcohol y poesía,
hasta despertar como cada mañana
envuelto de vómitos matinales.


Manuel Castillo L.

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